Uno de los motivos más importantes por los que muchos no se pasan al coche eléctrico es precisamente la velocidad de carga de este tipo de vehículos. La cosa ha avanzado, sí, pero todavía está muy lejos de igualar los tiempos que se tardan en repostar de gasolina o diésel un vehículo térmico. Sin embargo, un último avance promete conseguir una carga del 0% al 90% en 10 minutos. Que tampoco es como repostar un coche térmico, pero sin duda es un enorme avance y se sirve de la inteligencia artificial, y de sistemas de aprendizaje automático, para conseguirlo.
Los avances de esta investigación se van a presentar en la reunión de la American Chemical Society (ACS), donde se va a demostrar que se puede cargar un 90% de la batería de un coche eléctrico en 10 minutos o menos y sin que se produzcan daños de ningún tipo en la batería. Eric Dufek, que lidera el equipo de investigación, señala que la carga rápida es uno de los puntos clave para aumentar la confianza de los consumidores y aumentar la adopción de coches eléctricos en general. Explica, como ya sabemos, que cargar las baterías de iones de litio es un acto de delicado equilibrio.
El equilibrio entre la carga rápida y la degradación: del 0% al 90% en 10 minutos
Lo que los conductores quieren es cargar lo antes posible y volver a la carretera, como con un coche gasolina o diésel. Sin embargo, con la tecnología actual, la realidad es que la carga rápida puede causar daños irreversibles sobre la batería de un coche eléctrico. Cuando se carga la batería, los iones de litio se mueven del cátodo al ánodo. Para acelerar la carga, a veces los iones de litio no se mueven por completo al ánodo, sino que se acumulan donde no deben y esto, efectivamente, produce un desgaste prematuro del cátodo, que acaba por agrietarse.
Este tipo de problemas hacen que se reduzca la vida útil de la batería, que se pierda autonomía y que podamos tener que afrontar grandes costes de reparación. Para evitar este tipo de daños, una solución posible es adaptar el protocolo de carga para que se optimice la velocidad y se eviten los daños. Pero para desarrollar este tipo de protocolos hacen falta gran cantidad de datos sobre cómo se ve afectada la vida útil, la eficiencia y la seguridad. Aquí es donde entra en clave la inteligencia artificial, para aplicar sistemas de aprendizaje automático.
¿Por qué? Porque, como cuentan Dufek y su equipo de investigación del Laboratorio Nacional de Idaho, gracias a la tecnología de aprendizaje automático se pueden crear protocolos de carga únicos, personalizados para cada vehículo. La clave está en que, al recoger información sobre muchas baterías de iones de litio durante sus ciclos de carga y descarga, se puede entrenar al sistema para predecir la vida útil y las formas en que diferentes protocolos podrían hacer que la batería se deteriore.
En definitiva, se consigue que, con un sistema informático, se controle el funcionamiento de la tecnología de carga rápida. Así, en tiempo real se va adaptando el funcionamiento del sistema de carga para dar la máxima velocidad posible y, al mismo tiempo, controlar el funcionamiento para no llegar a producir daños. ¿El resultado? Que, con esta tecnología, se está consiguiendo cargar más del 90% de la batería en 10 minutos o menos y sin producir daños en el cátodo de la batería.
