Las marcas tradicionales se han dado cuenta de algo, y es que Tesla no solo fue valiente y acertada en apostar por los coches eléctricos, sino que además ha acertado en sus procesos de producción y en el esquema de diseño de sus vehículos. ¿Por qué? Porque han conseguido reducir los costes de producción de una forma muy significativa respecto a cómo se habían venido haciendo los turismos hasta el momento. Y ahora estas marcas tradicionales están persiguiendo lo mismo. Ya has visto cómo los coches nuevos han subido de precio una barbaridad en los últimos años ¿verdad? Pues toma nota.
El Volkswagen ID.3, por ejemplo, se lanzó al mercado siendo mucho, pero que mucho más caro que un Volkswagen Golf y, sin embargo, es más que evidente que su calidad en la construcción del interior era deficiente. Ahora ha llegado un restyling y es notablemente mejor en este sentido, pero es que también su precio sigue siendo mucho, pero que mucho más alto que el de un Volkswagen Golf. Y qué decir de Tesla, que tiene vídeos ‘a patadas’ en las redes sociales en los que queda patente que su calidad es mala en acabados y en construcción. Aquí es precisamente donde tenemos un claro problema como consumidores, porque poco a poco todas las marcas se están marcando el mismo objetivo.
El nuevo objetivo de las marcas es reducir costes de forma drástica, calidad inferior y los precios de los coches nuevos no están bajando
El enorme problema de los fabricantes –o las marcas- tradicionales es que han tenido que hacer inversiones millonarias para cambiar su hardware y software. Han tenido que desarrollar nuevas plataformas específicas para coches eléctricos, han tenido que echar mano de nuevos proveedores de componentes que hasta entonces fabricaban ellos mismos y han tenido que gastar mucho más dinero que antes en programadores y desarrolladores. Casi de un día para otro, su producto ha cambiado de forma radical y eso ha significado algo sencillo: más costes.
Sobre todo las baterías de los coches eléctricos son las que más aumentan los costes de producción, pero ni mucho menos son las únicas que reducen los márgenes de beneficios de las marcas tradicionales. El caso es que las consecuencias se han dejado notar. Y aunque el Volkswagen ID.3 es un buen ejemplo para darse cuenta de esto que ha ocurrido, ni mucho menos la marca alemana es la única que apunta en este sentido. Las últimas declaraciones de Ford, en concreto de su director financiero, apuntan exactamente a lo mismo: reducir costes de forma significativa para que fabricar coches eléctricos sea un negocio rentable.
A principios de año descubríamos que ‘a los chinos’ les cuesta 10.000 euros menos fabricar un coche eléctrico que a una marca europea tradicional. Entre otras cosas que son dignas de un estudio detallado, porque la industria de componentes para vehículos eléctricos está principalmente asentada allí, en el país asiático. De nuevo, sobre todo la industria de las baterías, dominada tanto por CATL como por BYD, que son ambas compañías chinas. Y mientras tanto, en Europa estamos llegando mal y tarde a desarrollar esta industria de componentes que dé una igualdad competitiva a marcas tradicionales en nuestro propio mercado europeo.
No solo afecta a las europeas, ahí está el caso de Ford y, por supuesto, el recorrido de Tesla, que es también americana. Poco a poco, China se está haciendo con el mercado del coche eléctrico y tanto las marcas americanas como las europeas están pasando graves dificultades para fabricar coches eléctricos de buena calidad y también a buen precio. O una cosa, o la otra, pero cumplir con ambas es una tarea realmente compleja para las marcas tradicionales. Ya veremos si esto cambia con el desarrollo de esas varias nuevas ‘gigafábricas’ de baterías que se están empezando a desplegar por Europa, y a medida que las marcas tradicionales empiecen a desarrollar, entre otras cosas, sus propios motores eléctricos en lugar de usar los de terceros.
Mientras tanto parece que todos, o casi todos los fabricantes, tienen el claro objetivo de reducir costes casi de la forma que sea para poder ser competitivos. Y eso ni siquiera podría tener por qué significar que bajen precios de manera significativa, sino más bien que aumenten sus márgenes de beneficios. Y mientras tanto ya hemos visto cómo en no pocos casos lo que sí implica es reducir la calidad de los coches que compramos.