Cada vez que se habla de coches eléctricos, en las redes sociales empiezan a salir los que aseguran que tras ciertos kilómetros hay que cambiar la batería y que, como todos sabemos, son realmente caras. ¿Es esta la realidad de los coches eléctricos, o se trata de un mito? Ya hay un estudio que ha analizado el tema, y la conclusión del mismo es que no deberíamos preocuparnos para los coches eléctricos fabricados después de 2015. El estudio es de Recurrent Auto, y para ello han analizado más de 20.000 vehículos eléctricos.
Este amplio estudio ha descubierto que en promedio solo se ha tenido que sustituir la batería del 2,5% de los coches eléctricos. Es decir, que aunque en redes sociales haya quienes se empeñan en decir que es casi seguro que tendremos que cambiarla por una nueva, en realidad es muy infrecuente que la batería de un vehículo eléctrico presente algún tipo de avería que nos obligue a sustituirla por otra. Lo más relevante, por otro lado, es que el estudio demuestra que es algo que depende mucho del año de fabricación del vehículo. Y más concretamente, que cuanto más antiguo sea el coche eléctrico, mayor será la probabilidad de que necesite en algún momento una batería totalmente nueva.
No, claro que no hay que cambiar la batería en los coches eléctricos salvo en raras excepciones
Mientras que para los coches eléctricos fabricados antes de 2015 la tasa de reemplazo de la batería llega al 13%, el estudio demuestra que para los que han sido fabricados a partir de 2016 en adelante esta misma tasa se desploma hasta el 1% o incluso menos. Si ahondamos en los datos veremos que algunos de los coches más antiguos, de los que se han analizado y extraído datos para el análisis, eran del año 2011. Y es algo que no solo tiene que ver con la propia batería, porque tecnológicamente han evolucionado y se usan a día de hoy mejores composiciones químicas, sino que se debe también a los sistemas de refrigeración.
Como también te expliqué hace tiempo, existen diferentes tipos de sistemas de refrigeración para la batería de los vehículos eléctricos. Y con el tiempo estos sistemas se han ido perfeccionando. A día de hoy, la mayor parte de los vehículos usan sistemas de refrigeración líquida más efectivos, que impiden que se sobrecaliente en la carga –por ejemplo- y que por tanto reducen la degradación y la formación de dendritas. También se han mejorado los BMS, que se encargan de la gestión de la carga y de la temperatura de las celdas y el paquete de baterías.
Entre los datos que ofrece Recurrent, han encontrado que de 2015 a 2022 las baterías han crecido un 122% de media en los coches eléctricos. Es decir, que ahora los vehículos eléctricos tienen una mayor capacidad de almacenamiento energético. También esto favorece el hecho de que, aunque exista una cierta degradación, la autonomía restante siga siendo suficiente como para durar más tiempo antes de tener que ser sustituidas.
Y aunque no se profundiza en ello, también hay que destacar que antes la industria apostaba por las baterías NCM como principal química para ofrecer la mayor densidad energética y capacidad de carga y descarga. Y sin embargo, la tendencia ha cambiado, porque son cada vez más los fabricantes que apuestan ahora por las baterías LFP. No solo por el hecho de que son más baratas, sino también porque ofrecen una mayor vida útil, son notablemente más seguras y está demostrado que no sufren de tanta degradación con los ciclos de carga y descarga. De hecho, son baterías que pueden cargarse al 100%, y descargarse al 0%, sin sufrir los problemas que sufrían las baterías NCM.