¿Cómo ha llegado China hasta aquí? Y por ‘China’ me refiero, evidentemente, a sus marcas de coches, que en un plazo de tiempo relativamente breve han dado un salto de calidad, además de que han aprendido cuál es el gusto europeo, y han tomado las riendas de la cadena de suministro. Pues han llegado a esta situación con políticas proteccionistas, obligando a los fabricantes extranjeros a operar en China en asociación con fabricantes locales que, poco a poco, han ido ‘bebiendo del know-how’ occidental. Y ahora lo que pretenden es evitar que ocurra justo al contrario, y que sean los occidentales quienes aprendan de las marcas chinas.
China ha aprendido de las marcas occidentales
En China, durante muchos años, se ha obligado a todos los fabricantes extranjeros que quisieran establecer una fábrica en el país asiático a hacerlo a través de una asociación con algún fabricante local. Así es como se han formado las asociaciones entre Peugeot y Citroën con Dongfeng, por ejemplo, o la de Volkswagen tanto con FAW como con SAIC –que, por cierto, es la matriz de MG-. Y esto es lo que ha permitido a la industria china desarrollarse a todos los niveles y, efectivamente, aprender del conocimiento y la experiencia de las compañías occidentales.
La normativa de la que te hablo ha ido relajándose con el paso del tiempo porque, efectivamente, las marcas chinas a día de hoy están mucho más desarrolladas y ya no tienen tanto que aprender, sino más bien al contrario. De hecho, en este tiempo el país asiático ha estado preparándose para ser dueño y señor de la cadena de suministro de los componentes críticos para los coches eléctricos y, en buena parte, de los electrificados con enchufe. Tesla fue la primera compañía que, con su planta de producción Giga Shanghái, pudo establecerse en China de forma independiente y sin tener que asociarse con ninguna empresa local.
Ahora China quiere evitar que las occidentales aprendan de ellos
Estamos viviendo un momento de importante tensión comercial en la relación entre los Estados Unidos y China, y la relación entre Europa y China, que a fin de cuentas es la que nos afecta e importa más. Europa sigue trabajando en la inminente aplicación de aranceles superiores al 10% que se ha venido aplicando a la importación de coches eléctricos desde el país asiático. Y, en cierto modo, está buscando la fórmula política para presionar a los fabricantes chinos a establecer sus plantas de producción en el Viejo Continente.
El gobierno chino está empezando a responder, como no podía ser de otro modo, y ya ha manifestado su temor a que la historia se repita pero en el sentido inverso. De momento ha sido tan solo una sugerencia, pero desde el Ministerio de Comercio de China se ha lanzado el mensaje, a los fabricantes de automóviles del país, de que sus coches eléctricos deberían seguir produciéndose en China. En este campo, el de los vehículos totalmente eléctricos, no solo es que los fabricantes asiáticos se han puesto a la altura de las marcas occidentales, sino que llevan una cierta ventaja.
La tensión continúa creciendo y Europa tiene las de perder
Este mismo mes hemos visto cómo marcas europeas han avisado de que los aranceles a China pueden volverse en contra, en tanto que algunas compañías han estado tratando de resolver los errores legislativos de Europa estableciéndose directamente en suelo asiático. Y ahora, evidentemente, forman parte del problema que quiere abordar Europa, porque ellos mismos están fabricando en China para vender estos vehículos eléctricos en Europa. Es decir, que imponerle a China aranceles por la importación de vehículos eléctricos no es la mejor idea, porque afectaría también a las marcas que los políticos dicen querer proteger.
A día de hoy China fabrica el 79% de las baterías de coches eléctricos. Europa llega mal y tarde. Desde hace años se debería haber estado trabajando en preparar al sector para acoger la electrificación. China ya tiene el dominio del sector desde la base, que son precisamente estas baterías, y donde están buscando atacar está demasiado lejos de la raíz del problema. La industria europea de producción de vehículos necesita un mayor control sobre las baterías, y no es algo que se pueda resolver ni fácil ni rápido.