La gasolina barata ha tomado protagonismo en nuestro país como consecuencia de la crisis que aún nos afecta, y el precio del litro cada vez es más tenido en cuenta por los conductores. Ya hablamos anteriormente sobre la gasolina premium y el octanaje, pero en esta ocasión vamos a repasar los problemas que puede ocasionar, o no, repostar en las gasolineras low-cost.
¿Qué es la gasolina barata, en qué se diferencia?
De base es exactamente el mismo carburante. La Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos ya ha aclarado en varias ocasiones que todos los carburantes suministrados cumplen los mínimos de calidad que estipula la Unión Europea, y por tanto la única diferencia entre la gasolina barata y el resto de carburantes está en los aditivos. O dicho de una forma todavía más simple, la gasolina más económica es a la que menos aditivos se han añadido, y por tanto más allá de problemas que pueda causar en el motor, por sí misma, sencillamente no cuenta con sustancias que favorezcan de manera especial la salud del motor.
En los aditivos está el secreto
Los carburantes con aditivos no son ‘con aditivos, y punto’. Es decir, hay que tener en cuenta qué tipo de aditivos lleva cada cuál, y para qué están planteados. Los hay que se añaden para evitar la corrosión del motor, los hay que reducen las emisiones –también contaminantes-, y los hay que favorecen una mayor autonomía. Esta es la clave de la gasolina barata, que o bien no lleva aditivos, o bien los que lleva son mínimos y con escasos beneficios para la salud mecánica de nuestro vehículo.
Tipos de aditivos
Los aditivos de proceso, que son muchos y muy variados, son los que se encargan de evitar la corrosión y reducir la frición. Otro segundo tipo, el de los aditivos fiscales, están diseñados para evitar el fraude, y se utilizan en carburantes como el gasóleo B y C, con colorante, para prevenir el uso fraudulento o facilitar su detección. Y en un tercer grupo están, quizá, los que más nos interesan en este sentido, los que mejoran las especificaciones del propio carburante.
Centrándonos en este tercer tipo, es donde la ‘gasolina’ como tal se diferencia de la gasolina barata. Y es que, como ya comentábamos, este tipo de aditivos mejoran el comportamiento en temperaturas bajas, optimizan la conductividad eléctrica, aumentan el octanaje, limpian las impurezas, y así con un larguísimo etcétera.
Conclusión: ¿Merece la pena la gasolina barata?
Si hemos llegado hasta aquí pensando que la gasolina barata es de mala calidad, después de lo anterior debería habernos quedado claro que no, en tanto que cumple con los estándares de la Unión Europea, y no deja de ser la base de todos los carburantes. Ahora bien, las conclusiones que podemos sacar son tan sencillas como que la que es menos barata, por así decirlo, es mejor si cuenta con aditivos que mejoren su calidad. No es cuestión del precio únicamente, sino de que cuente con mayores beneficios para la salud del motor por sus aditivos, y probablemente como consecuencia de un tratamiento más elaborado, sea también más cara.