La posición de Nissan en el segmento SUV -en su forma más amplia- tiene un protagonista, el Nissan Qashqai. Está más concretamente entre los C-SUV, y durante años ha tenido el puesto dominante, a pesar de que en los últimos meses el Hyundai Tucson se ha planteado como una fuerte alternativa. Y el que nosotros hemos puesto a prueba es el 1.2 DIG-T de 115 CV, la versión de acceso en la gama gasolina.
Con su última renovación, el Nissan Qashqai ha ganado un aspecto más sobrio y musculoso, con formas más rectas e imponentes. Su estética es un punto clave, evidentemente, y ahora lo encontramos con la característica parrilla en V cromada que divide las tomas de admisión principales en dos, a los laterales, con el logotipo de la marca en la parte central en un puesto privilegiado. Más abajo una parrilla secundaria en color negro también, y más abajo aún, en esta versión, una protección plástica en color negro que tiene continuidad en el lateral y la zaga, con ese aire campero y, sobre todo, una mayor resistencia para salir de la carretera.
No es un diseño especialmente llamativo, pero sí es cierto que se ha vuelto más atractivo que sus predecesores gracias a ese cambio en favor de unas formas más abultadas, tanto en el frontal como en la trasera, con los pilotos que se extienden hasta el pilar C en una forma horizontal muy sobria. Una línea cuidada, sin elementos demasiado arriesgados, planteada para encajar con el gusto de casi cualquier potencial conductor del modelo.
Donde sí hay que detenerse especialmente es en el muy mejorado interior. Se ha trabajado sobre el mismo para dar un importante salto de calidad y esto es apreciable allá donde miremos. De nuevo es un interior sobrio, pero con materiales de buen tacto y aspecto, a pesar de que está protagonizado por plástico. Volante forrado en piel, como la palanca de cambio, y las molduras laterales de la puerta, que dan un toque de calidad no sólo en el aspecto meramente visual, sino también al tacto. Y los asientos son, quizá, uno de los puntos más favorables, con un formato butaca de sujección lateral mínima, pero con un acabado en cuero micro perforado para la función de calefacción regulable. En definitiva, cómodos y buscando la funcionalidad y practicidad, que en este tipo de modelos es lo que más importa.
Lo que sí es algo más criticable es el volante. No por su acabado en piel, que tiene buen tacto, ni siquiera por su escaso grosor que quizá a algunos no resulte tan cómodo como gustaría. Más bien por los botones que están acabados también en plástico, pero en este caso en un color gris que no tiene tan buen aspecto como todos los que recubren el salipicadero, la consola o las propias puertas. Eso sí, garantizan un control intuitivo, y de nuevo muestran la sólida apuesta por la funcionalidad en el Nissan Qashqai.
Acercándonos a la consola central nos encontramos con la pantalla táctil de 7 pulgadas. Una diagonal muy habitual, y correcta, pero que queda algo pequeña en relación con el espacio disponible. Además, cuenta con botones físicos en sus dos laterales, que bien podrían haberse eliminado en favor de una pantalla que recoja sus posibilidades y deje esta sección más ‘limpia’. Justo debajo tenemos los controles del climatizador automático bizona, de nuevo con calidades muy buenas y un manejo sencillo e intuitivo, con todo al alcance del conductor y copiloto. Lo mejor de esta zona, de la consola central, es que en su parte más baja tenemos dos acolchados tapizados en cuero que están colocados justo en la parte en que va a parar la rodilla, y que no sólo garantizan un aspecto más premium, sino que resultan cómodos en largos viajes.
En el interior tenemos unas dimensiones generosas tanto para el conductor y el copiloto como para, en las plazas traseras, también para los pasajeros. Tanto en la altura respecto al techo, que permite el acceso cómodo de personas adultas, como en el espacio para las rodillas. Y la zona central de la banqueta posterior cuenta con un reposabrazos con dos huecos para latas o botellas, con una base algo más dura, pero igualmente válida por sus cotas para una tercera persona.
Y el maletero ha crecido 30 litros en su capacidad con respecto al modelo anterior, y tiene unas buenas cotas con una boca accesible. No es el más destacable del segmento por su capacidad, pero sí quizá por su practicidad. En él nos encontramos con un doble fondo dividido en dos partes por dos tapas independientes que permiten modular la carga y administrar mejor la capacidad del mismo.
Pasando al motor, en la versión 1.2 DIG-T 115 CV, no podemos olvidar que estamos ante la mecánica más accesible dentro de la gama gasolina. Es un 1.2 Turbo de inyeción directa para un modelo de 1.400 kg de peso, que a priori podría parecer escaso. Más allá de esta potencia que desarrolla, sus 115 CV, tenemos un par máximo de 190 Nm en las 2.000 rpm. Y lo que hemos podido experimentar es que se mueve con soltura y está diseñado para tener una muy buena respuesta a bajas revoluciones. Es lo interesante, porque con este peso y dimensiones otra configuración habría provocado que fuera torpe y forzase a revolucionar las marchas. Pero no, responde bien desde la parte baja del cuenta revoluciones, y lo hace con unos consumos aceptables.
Esperábamos que esta versión fuese torpe y bostezase en la parte baja del cuenta vueltas, pero nos ha sorprendido gratamente. A diferencia de sus rivales, el Nissan Qashqai cuenta con una muy buena opción como la más económica, y que nos permite movernos en torno a los 6 l/100 km en autopista a un ritmo normal. En recorridos urbanos es posible que nos vayamos a los 7,5 l/100 km aproximadamente, pero en definitiva son cifras buenas para lo que esperábamos viendo su ficha técnica.
Otro punto que nos ha sorprendido es que tiene unos desarrollos de marcha muy largos para su transmisión manual de seis velocidades. Esto nos permite jugar mucho con el cuenta revoluciones y gestionar mejor el empuje, además de controlar los consumos. Eso sí, provoca que tengamos que estar especialmente pendientes del cambio si queremos exprimir de él sus máximas posibilidades. En cualquier caso, es un motor que nos ha sorprendido de forma positiva, y que sí recomendaríamos a quienes no vayan a pasar la mayor parte del tiempo con tres adultos detrás y el maletero lleno. Pero para la mayoría de las familias con niños, este motor sí es una posibilidad, aunque siempre sea recomendable ir a otra mecánica más holgada.
El comportamiento dinámico sí admite ‘peros’. El Nissan Qashqai es un coche con aplomo y bastante noble, pero que admite cambios a mejor. El principal problema lo tenemos en el tren delantero, que muestra una mínima tendencia al viraje cuando el conductor le exige ritmo, y es también tendente a la pérdida de tracción en ciertas circunstancias. Es algo que, más allá de la configuración mecánica del Qashqai, se podría haber resuelto con un ajuste más agresivo del control de tracción electrónico, que por su pasividad permite este tipo de reacciones. Pero en circunstancias de circulación normal, sin exigencias ‘deportivas’, el aplomo es el concepto clave que define al Nissan Qashqai, por un buen chasis y, principalmente, un reglaje de suspensión confortable.
Quizá en este punto el mayor ‘pero’ es una dirección poco comunicativa. A diferencia de algunos de sus competidores, o por ejemplo su ‘hermano pequeño’ el Nissan Juke, el Qashqai que hemos tenido entre manos tiene una dirección que no transmite como gustaría, pero que en cualquier caso cumple de forma satisfactoria. Evidentemente no íbamos a ser ‘suaves’ con el líder de los C-SUV, y en alguna parte había que buscar qué mejorar. Pero nos ha gustado, y mucho.