Aunque tu coche tenga el límite de revoluciones –marcado en rojo en el cuenta vueltas- muy alto, lo más habitual es que las recomendaciones apunten a llevarlo bajo, para cuidar la salud del motor. Pero hay excepciones, y de hecho en los motores diésel la recomendación es justo la contraria: deberías revolucionarlo más, si quieres mantener una buena salud de su mecánica. De hecho, no revolucionar el motor lo suficiente es lo que provoca las averías más frecuentes en motores diésel.
Por su principio de funcionamiento más elemental, un motor diésel es más contaminante que una mecánica gasolina equivalente. Sin embargo, su bajo consumo es lo que ha conducido a su éxito en ventas –en algunos mercados en especial-.
Por eso, precisamente, los fabricantes se han esforzado en cumplir con la normativa medioambiental con nuevas tecnologías bastante complejas, que se encargan de reducir la emisión de partículas, concretamente las más ‘grandes’ y nocivas. Pero esta misma tecnología es la que provoca averías en un uso a bajas revoluciones si se hace así de forma persistente.
La válvula EGR de tu diésel requiere más revoluciones
El funcionamiento de la válvula EGR, como cualquier válvula, consiste esencialmente en la apertura y cierre. Se mantiene cerrada a bajas y medias revoluciones, y se abre únicamente cuando las revoluciones son altas, y siguiendo las instrucciones de la centralita.
¿Para qué se abre y cierra? Su misión es cumplir con la recirculación de gases de escape, de tal manera que cuando se abre reintroduce parte de los gases del escape en el sistema de admisión para utilizarlo de nuevo y, como consecuencia reducir las emisiones de óxido de nitrógeno.
Cuando se cierra, esta recirculación se anula, y progresivamente se va produciendo una acumulación de carbonilla que produce algunas de las averías más frecuentes en los motores diésel.
Menos revoluciones: menor eficiencia y más riesgo de averías
Cuando llevamos a cabo una circulación urbana, a bajas revoluciones, con el cierre de la válvula EGR el funcionamiento de la mecánica diésel es menos eficiente y produce mayor carbonilla, generando el depósito que comentábamos anteriormente, y sin posibilidad de limpieza por la anulación del sistema de recirculación. Todo esto, poco a poco, va traduciéndose en una sustancial pérdida de potencia.
Además de este desgaste y pérdida de prestaciones, también pueden tener lugar los populares tirones en la aceleración, e incluso problemas para arrancar el motor cuando está frío. Así que la clave es, sin forzar la mecánica, salir a autopista de vez en cuando y aprovechar un rango de revoluciones más amplio, para que a válvula se abra y se eliminen los depósitos de carbonilla.