La NASA está trabajando –entre otras muchas cosas- en una nueva tecnología de batería, y han dado algunos datos clave sobre sus avances al respecto. Su línea de investigación y desarrollo persigue baterías más potentes que las actuales de iones de litio, y centrándose en un electrolito sólido combinado con una nueva química. A través del programa SABERS, ‘Solid-State Architecture Batteries for Enhanced Rechargeability and Safety-, tienen ya un prototipo con una extraordinaria densidad energética de 500 Wh/kg.
El último prototipo de batería de próxima generación que tiene disponible la NASA es, como avanzábamos, una batería de estado sólido que se basa en azufre y selenio, y que puede presumir de alcanzar los 500 Wh/kg de densidad energética, como la de Amprius o la batería condensada de CATL. Ahora bien, lo que sí es cierto es que la revolucionaria batería de la NASA se basa en un concepto distinto, sobre todo, porque utiliza una composición química alternativa. Y, al menos a priori, no tienen puesto el foco en los coches eléctricos, aunque por supuesto se podría adoptar esta tecnología en un futuro para vehículos de particulares.
Una batería de récord, así es la batería de estado sólido de la NASA basada en azufre y selenio con diez veces más potencia de descarga
Más allá de la extraordinaria densidad energética que ha conseguido la NASA, que como avanzábamos ha sido lograda ya también por Amprius y CATL, uno de los datos clave en esta tecnología de batería es que en asociación con Georgia Tech han logrado que se descargue diez veces más rápido que cuando arrancaron la investigación. La potencia de descarga de esta batería va mucho más allá de lo que ninguna otra compañía ha logrado hasta ahora, y este es un factor clave para el desarrollo de cohetes y otro tipo de aeronaves que requieren de una potencia extrema para el despegue.
Según la información que han avanzado, uno de los mayores avances de esta tecnología es que el equipo de SABERS ha conseguido que sean un 40% más ligeras. Las celdas de batería de azufre y selenio se pueden apilar unas encima de otras sin carcasa, de modo que se consigue una densidad energética notablemente superior y el peso del paquete de batería se ve afectado de forma muy positiva. Además, este tipo de química soporta el doble de temperatura que las baterías de iones de litio más avanzadas de que dispone la industria, y se ven menos afectadas por los cambios de presión.
Todos estos datos evidencian que, aunque la NASA persigue por supuesto una buena densidad energética, la industria del automóvil está en desarrollos que son capaces de igualar sus cifras. Sin embargo, en lo que la NASA va varios pasos por delante es en aspectos como la potencia máxima de descarga, la resistencia al calor y la resistencia a los cambios de presión. Factores que no influyen al coche eléctrico y que, sin embargo, sí afectan a cohetes y aeronaves que se desarrollarán a lo largo de los próximos años para sustituir a las actuales. Ahora bien, todo esto tiene un futuro bastante complejo por delante.
La cuestión es que hay que someter a esta tecnología a multitud de pruebas con rigurosos protocolos, y los costes no van a ser en absoluto reducidos. Lo complejo ahora es que estos nuevos componentes sean aprobados para su uso en aviones comerciales. Esto es mucho más complejo que desarrollar una batería para un coche eléctrico, y el proceso llevará mucho más tiempo, pero los avances de la NASA son indudablemente prometedores para el futuro de la aviación.