Cuando en el frontal tienes colocada la insigna de uno de los mejores fabricantes del sector, entonces difícilmente se te puede juzgar por el mismo corte que al grueso del mercado. Pasa en todos los sectores, y en el del automovilismo, esto pone a Volvo como un blanco al que observar con más minucioso detalle. Y este es el problema del Volvo V40 Cross Country T5 AWD; que es Volvo, y que las expectativas para la sueca están en lo más alto.
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Un Volvo por definición, y eso suma puntos
La primera sensación al montar en el Volvo V40 Cross Country T5 AWD es la misma que tenemos en cualquiera de los modelos de su catálogo: lujo y confort. Más aún, claro, cuando estamos probando una versión con el máximo equipamiento posible, y por tanto contamos con techo panorámico fijo, asientos en cuero beige con reglajes eléctricos y tres niveles de memoria y así con un interminable etcétera que, no lo olvidemos a lo largo de toda la prueba, nos catapultan por encima de los 40.000 euros.
En el interior, como adelantaba, tenemos todo lo que se podría pedir de un vehículo de corte premium, da igual el segmento. Además, algunos puntos a tener en cuenta son el brillante tacto del volante y la palanca de cambios, por ejemplo, con unas costuras visibles pero que en ningún caso se aprecian al uso, así como unos asientos de dureza casi inmejorable y una sujeción lateral más que suficiente incluso para domar estos 245 caballos de un gasolina realmente rabioso.
Un interior lujoso, perfectamente acabado y cómodo. Espacio, confort, y toda la esencia de un fabricante premium como Volvo
La consola central es un caos ingobernable de botones físicos y ruletas que después de una semana seguía siendo difícil de llevar. No importa que sea complicado encontrar qué hace qué cuando estás parado, pero durante la conducción ese sistema de infoentretenimiento es casi una garantía de distracciones, y es algo que se puede evitar llevando los controles a la pantalla táctil, algo que muchos otros fabricantes hacen de forma soberbia ofreciéndonos una ‘consola para dummies’ que permite estar atento a lo que realmente importa, que es la carretera. Y sí, aquí es un rompecabezas navegar entre las decenas de opciones, ajustes y configuraciones, o sencillamente volver a llamar a alguien con quien acabamos de hablar por teléfono utilizando el manos libres. Pero dejando a un lado la consola, el resto del interior es una verdadera gozada, con todo tipo de huecos portaobjetos iluminados -como en los paneles de las puertas delanteras- y dos posavasos en la zona central con una especie de cortinilla plástica para cerrarla cuando no la utiizamos. En definitiva, lo único criticable del interior es la tediosa consola central, que por cierto esconde justo detrás otro pequeño y simpático hueco, pero difícilmente accesible cuando estamos conduciendo.
Un motor brillante
¿Qué tenemos? Un cinco cilindros con casi 2.5 litros de cubicaje que presta unos en absoluto criticables 245 caballos de potencia máxima en las 5.400 rpm y asociado a una transmisión automática de 8 velocidades con cambio secuencial en la propia palanca y levas en el volante. Este conjunto hace una hoja técnica espectacular, sin duda, pero aquí lo que nos gusta es ir directamente a la experiencia de conducción.
¿Te acuerdas que hablábamos de más de 40.000 euros para la unidad probada? Eso ya es una barrera, evidentemente, pero entrando a hablar del motor y el comportamiento dinámico es cuando, de un plumazo, nos vamos a cargar a otro ‘montón’ de clientes potenciales. Porque, no lo olvidéis, estamos montados en el Cross Country, no en el visceral y joven R-Line.
Volvemos al motor para hablar de elasticidad a un punto en el que es inevitable esbozar una sonrisa cuando pisas el acelerador y el coche empieza a emitir rugidos casi eróticos y te pega contra el asiento moviendo la aguja del velocímetro con una fantástica soltura. Claro, un peso comedido y un gigantesco bloque motor, además de tracción total, luego… ¿qué esperábamos sino? Pero lo cierto es que es un motor brillante.
Pero hay algo que no podemos olvidar en esta oda al motor T5 de Volvo, y es que los consumos son un completo disparate. En este punto tenemos que recordar también que tenemos acoplada a nuestro bloque motor una transmisión automática de 8 velocidades que no sólo lastra sus prestaciones cuando dejamos que funcione a su antojo, sino que hace casi imposible bajar de 10 l/100km en circulación urbana. Y no está demasiado mal mantenernos en unos 6,5 l/100km en autopista, pero de nuevo nos quedamos ojipláticos cuando, en un recorrido combinado, los 8,4 l/100km se postula como uno de nuestros mejores resultados. Y todo esto, como adelantábamos, con una transmisión acomodada en el régimen más bajo posible, pero que cuando pisas a fondo reduce con brío y vuelve a hacerte disfrutar de emociones con las que el mal trago de los consumos se olvida de forma temporal. Hasta que vas a la gasolinera.
No, el Cross Country no
El problemas es una ilógica combinación. Es decir tenemos un motor de excelentes prestaciones metido en una configuración campera que, como cabía esperar, no responde a las expectativas en el comportamiento dinámico. No, al menos, al nivel que se presta este fabuloso motor. Es decir, que el conjunto de suspensiones y ese corte preparado para su uso como todocaminos no nos dejan disfrutar, en curva, de todo el jugo que hay bajo ese capó. Y es una lástima, porque este T5 es perfecto en el R-Line, enfocado a un público joven de amplio bolsillo que se puede permitir dejar los plásticos duros y los acabados mediocres para los menos pudientes. Esto es un Volvo, y en esta versión tenemos los mejores tactos, la mejor sensación visual revisando al milímetro cada costura y cada encaje de unas y otras piezas del interior, un motor prestacional y con sensaciones casi perfectas, pero no podemos exprimirlo.
¿Por qué? Porque la suspensión tiene un reglaje adaptado a las irregularidades de una pista de tierra, y ahí responde a las mil maravillas absorbiendo cada impacto de menor o mayor grado. Pero en carreteras viradas, balanceos incómodos y la impotencia de no poder disfrutar de esos 245 caballos ni siquiera a un nivel al que podamos conformarnos. Ahora bien, excusaría al Cross Country una aptitud ofrroad completa, donde tampoco hay una satisfacción plena porque, ¿dónde están los modos de conducción?
Tecnología al más alto nivel
En una reunión con un alto cargo de Volvo España me recordaba que la diferenciación de Volvo está, como ha sido históricamente, en la seguridad de sus modelos. Pero también en su amplia carga de tecnología, lo que en los últimos años está cada vez más estrechamente ligado.
Estoy montado en una versión con el motor T5, y recordando que es la versión Cross Country, quiero disfrutar de algunas sensaciones desconectando el control de tracción. Pues bien, ¿te acuerdas de esa caótica consola? Tengo que echar mano de ella y pulsando varios botones, acabo consiguiendo desconectar el control de tracción que, en muchos otros, se desvanece con sólo pulsar un botón físico cerca del volante. Aquí está menos accesible, pero bueno, tampoco son demasiadas las ocasiones en que hay que ‘echar mano’ de él.
Volvo domina la tecnología de una forma sobresaliente, y esto no afecta sólo a su destacable nivel de seguridad, sino también a una experiencia de conducción superior.
El resto sí está todo muy accesible, y es una agradable sorpresa cuando, por reducir la distancia de seguridad con el coche que circula justo delante, el coche activa alertas sonoras y luminosas para decirte «¡eh, cuidado, que tan pegado es posible que no te dé tiempo a frenar!», o actúa exactamente de la misma manera cuando con una precisión que asusta, detecta que estás conduciendo despistado, fatigado o sin la plena capacidad de responder como deberías al volante. Y todo esto se puede graduar, ajustar y demás.
Otro ejemplo de la excelente aplicación de la tecnología en la conducción es la alerta activa de cambio involuntario de carril. Si tienes puesto el intermitente, la barrera imaginaria de la línea que delimita el carril desaparece a ojos del Volvo y puedes perfectamente cruzarla moviendo el volante como corresponde. Pero si el intermitente no está activado, el volante vibra para recordarte el ancho del carril que te corresponde, e incluso corregir la trayectoria de una forma que, de verdad, parece mentira que no lo esté haciendo un Pepito Grillo que vela por tu seguridad. Esto es un Volvo. Y no me cansaré de repetir eso, porque en toda una semana el Volvo V40 Cross Country T5 AWD que hemos estado probando lo ha demostrado de forma constante.
Otro punto, y con este es quizá suficiente para concluir, es el sistema BLIS. ¿Cuántos modelos actuales te avisan del ángulo muerto y te alertan para que no cambies de carril cuando hay un coche justo donde tú te quieres mover? Vale, pero «esto es un Volvo». Y aquí lo sencillamente genial es que cuenta con múltiples sensores a lo ancho y largo de su carrocería, y esto hace que antes de que el coche del otro carril llegue al ‘punto de peligro’ donde tú pretendes desplazarte, el punto naranja de BLIS ya te esté alertando para tener precaución. Fijo cuando debes estar alerta, e intermitente cuando vas a ponerte en grave riesgo si cambias de carril. Y este despliegue de sensores es el que hace, también, que aparcar sea una verdadera gozada. Olvídate de los retrovisores, porque la precisión de las alertas visuales de proximidad con objetos de tu entorno hace que puedas ‘aparcar de oído’, pero no de la forma a la que estamos acostumbrados a hablar con esta expresión. Ah, y se me olvidaba: cuenta con ‘aparcamiento autónomo’. Pero esto, como ya sabemos, es más una ‘función adorno’, porque el 99% de las veces vas a hacerlo tú de forma más rápida, y además no puede hacerlo bajo cualquier circunstancia.
En resumen: Perfecto (o casi), pero Cross Country no.
Después de todo esto, ¿con qué nos quedamos? Con que, a modo de resumen el nivel de acabados y calidades no decepciona en absoluto, y es una de esas varias demostraciones de que estamos montados en un volvo. Que el T5 es un motor fantástico, pero asociado a una transmisión automática es un castigo para el bolsillo, y que en definitiva estamos ante un modelo espectactular, pero en el que la máxima penalización es el apellido Cross Country, simplemente porque con este motor no es una elección demasiado racional. O menos motor, o una versión deportiva, pero reunir Cross Country y T5 en el mismo vehículo es un derroche, lo mires por donde lo mires, y una constante impotencia de no poder estrujar toda la bravura de este rabioso bloque gasolina.