La última vez a bordo de un Mitsubishi fue con la prueba del ASX 160 DI-D, y lo cierto es que con él tuvimos que ser muy quisquillosos para sacar punta por alguna parte. Pero este, el Mitsubishi Outlander 220 DI-D es otro modelo completamente diferente, aunque coincide en algunos elementos que ya habíamos visto en el pequeño de la casa.
Arrancando por el exterior tenemos un SUV –con aspecto de tal- y una longitud de casi 4,7 metros de largo y una altura de 1,68m para 1,81 metros de ancho. Unas dimensiones que lo convierten en un modelo interesante, qué duda cabe, para una familia completa que busque un interior amplio y, por supuesto, un generoso maletero de 550 litros como mínimo, aunque ampliables hasta los 1.718 litros si aprovechamos los asientos traseros como zona de carga abatiendo los asientos. En cualquier caso, este ya es un punto clave, que entramos en un SUV de talla media que aprovecha muy bien sus dimensiones para dar espacio a los ocupantes y sus maletas.
Pero no sólo de espacio vive el hombre, y frente a ese fantástico acabado Kaiteki que probamos en el ASX hace apenas unas semanas, aquí estamos ante un Motion, algo más recortado en todos los aspectos. Por lo tanto, aunque tenemos buenos materiales para el tapizado de los asientos, volante, palanca de cambios, y unos acabados más que correctos para el salpicadero o la consola central, nos tendremos que olvidar de los reglajes eléctricos de los asientos, aunque tienen un ajuste de lo más simple y preciso, luego tampoco es algo que se eche de menos más que cuando acabas de bajarte de otro vehículo que sí lo ofrece. El problema, eso sí, es que comparte con el ASX un volante muy fino, probablemente demasiado, y algunos tactos ligeramente mejorables como el del parasol sobre el cuadro de instrumentos en el puesto de conducción. El resto, todo correcto y únicamente se podría criticar ese plástico negro piano que, aunque luce estupendamente bien, se mancha con mirarlo. Sí, con mirarlo, porque esos plásticos brillantes tan ‘modernos’ se manchan incluso con el polvo y las pelusas que flotan en el aire. Y por eso, la siguiente foto:
Volviendo a recordar que de nuevo estamos ante unos asientos de primera calidad por sus formas y durezas, que tanto el conductor como el acompañante van a encontrar espacio más que de sobra para viajar de forma confortable, y que las calidades no son criticables bajo ningún concepto en la mayoría de los elementos a mano para ambos, sí hay otro punto en el que volver a pararnos. Una vez más, los mandos en el volante para la iluminación y los limpiaparabrisas, quizá sí deberían revisarse con plásticos de mejor tacto y, sobre todo, para eliminar las holguras.
Motor, consumos y experiencia de conducción
Ahora ya sí, nos metemos de lleno bajo el capó y en el volante, pero en términos de conducción. Respecto a lo primero, recordar que tenemos poco más de 2.2 litros de cubicaje con una potencia máxima de 150 caballos en las 3.500 rpm. ¿Algo arriba del cuenta-revoluciones? Eso es bueno, creedme, al menos en la experiencia de conducción de este modelo en concreto. Y por otro lado, el cuatro cilindros del Mitsubishi Outlander 220 DI-D, diésel, tiene un par máximo de 380 Nm y este en las 1.750 rpm.
Pero dejando a un lado la hoja técnica, a la hora de sentarnos con las manos sobre su volante, y en carretera, lo que vamos a encontrarnos es un motor excelente en sus prestaciones, que responde con agilidad en las recuperaciones, tiene fuerza más que suficiente y se presta a respuestas enérgicas más que satisfactorias. Por contra, eso sí, unos consumos que penalizan lo anterior alcanzando los 7,6 litros en autopista a ritmo generoso, y que podemos reducir hasta los 7,2 litros a los 100 kilómetros si circulamos con más calma, sencillamente ajustándonos a los 120 km/h y cediendo el control del acelerador al cruise control –control de crucero adaptable-. En recorridos urbanos, como habréis podido imaginar, sí podemos subir fácilmente a los 7,8 litros con, eso sí, un generoso depósito de más de 60 litros para una amplia autonomía, algo que sin duda se agradece.
Y dejando a un lado ese estupendo motor, porque aunque consuma algo más de lo deseable se comporta de forma casi perfecta, donde se borra la sonrisa es en la trazada de curvas. La experiencia de conducción, satisfactoria en cualquier caso, es mejorable. El Mitsubishi Outlander peca en dos puntos: ciertos balanceos incómodos y, sobre todo, una tendencia al subviraje que sí limita en la conducción. Pero hay que matizar, porque lo cierto es que manteniéndonos en una ‘conducción normal’, el Outlander cumple sin grandes regalos para el conductor, pero apurar mínimamente sí va a traducirse en esto, ciertos comportamientos comprometidos en los que experimentamos cómo el eje delantero, donde tenemos la dirección y tracción, ceden a las inercias de un modelo que no admite buscar un ápice de ‘deportividad’.
En resumen: el Mitsubishi Outlander vuelve a cumplir
No todas las pruebas son iguales, y con este modelo hemos tenido la suerte de poder hacer más de 1.500 kilómetros en un viaje Madrid-Barcelona-Madrid con motivo del Mobile World Congress 2016, una de las ferias internacionales más importantes para el sector de la tecnología. Y evidentemente, durante toda una semana, también ha pasado por caminos, recorridos urbanos y demás. Y en resumen, como el ASX que probábamos algunas semanas atrás, una excelente habitabilidad interior con espacio generoso para todos los ocupantes, unas altas calidades para el grueso del conjunto interior salvo uno, o quizá dos detalles, y un motor más que suficiente para lo que se plantea el Outlander.
Pero hay que ponerse quisquillosos siempre, y si tratamos de buscar con lupa el fallo del Mitsubishi Outlander, el único punto donde es justificable sacar la crítica, es en esas tendencias negativas que impulsan al conductor a dudar, cuando se exige el máximo del Outlander, de si el tren delantero responderá con la precisión que se pretende. Pero para lo que está planteado, el Mitsubishi Outlander cumple con creces.