La Dirección General de Tráfico ingresó el pasado año un 30% más que en 2015, un total de 164 millones de euros que no sólo provienen de multas por exceso de velocidad, como es evidente. Pero tienen protagonismo en sus cifras, más que nada porque España es el segundo país con más radares de Europa, sólo por detrás de Italia. En números más concretos, hablamos de que hay 0,8 radares por cada 100 kilómetros.
Si repasamos las cifras de la Dirección General de Tráfico, durante el pasado año 2016, generó nada menos que 449.000 euros diarios en ingresos entre los diferentes impuestos, las tasas y por supuesto las multas. Como decíamos, buena parte de la ‘culpa’ de este tremendo nivel de ingresos tiene que ver con los más de 1.800 radares que hay en nuestras carreteras, de los cuales 1.409 son radares fijos y el resto son móviles y de tramo.
Con 344 radares fijos, el pasado año la Dirección General de Tráfico formuló 1,7 millones de denuncias por exceso de velocidad en las carreteras de España, de forma automática.
¿Cuántos radares hay en otros países europeos? España está a la cabeza
El problema en nuestro país está en que tenemos menos kilómetros de carreteras que otros países vecinos, como por ejemplo Francia. En su caso cuentan con más de 3.300 radares, pero la densidad de los mismos es menor. Es decir, tienen más radares pero también muchos más kilómetros, luego sus carreteras están afectadas en mayor medida por esta cuestión. El primer puesto es para Italia, que cuenta con 7.043 radares.
En España, 12.777 kilómetros son de autopistas y 978.000 son de carreteras. Tenemos 0,8 radares por cada 100 kilómetros, de un total de 163.273 kilómetros.
El control en nuestras carreteras es máximo, si tenemos en cuenta estos números, pero el problema está en que nuestras carreteras están en un pésimo estado de mantenimiento. Varias son las asociaciones que han lanzado sus protestas contra la Dirección General de Tráfico solicitando que lo recaudado se aproveche para mejorar las carreteras, en lugar de seguir desplegando dispositivos de control de la velocidad máxima, que dadas las cifras de siniestralidad del pasado año parecen no ser demasiado efectivos –o al menos, lo suficiente-.